21/3/15

el nacimiento del cine, el octavo arte




 








EL NACIMIENTO DEL CINE, EL OCTAVO ARTE 

El cine, por lo general, ha pasado a la historia como el séptimo arte, aunque cronológicamente el cine es el octavo arte. Además, gran parte de su esencia técnica proviene de la fotografía, el verdadero séptimo arte es la fotografía, sin embargo tardíamente reconocida como una de las bellas artes.

De cualquier forma, el cinematógrafo, aunque atribuido a los hermanos Lumière, es una obra colectiva, un logro del espíritu humano, que desde las cavernas siempre soñó con el medio de reproducir el movimiento fluido de la vida a través de las imágenes. Y quizá esto es el cine, un maravilloso medio para reproducir a través de las imágenes el movimiento de la vida, y su sonido en la mayoría de ocasiones, pero no necesariamente, pues el cine sin sonido sigue siendo cine, y además el verdadero silencio en el cine sólo puede escucharse con el nacimiento del cine sonoro, increíble paradoja que el cine mudo no es mudo, y sólo el cine sonoro puede ser mudo si quiere.

En la prehistoria del cine no es exagerado afirmar que en el Paleolítico nuestros antepasados, algo más peludos y quizá no tan salvajes, ya vislumbraban el cine en sus pinturas rupestres, imaginen esas pinturas en la penumbra levemente iluminadas por el temblor de algún fuego, ¿no les recuerda a las intermitencias del proyector cinematográfico?. Tampoco hay que olvidar el mito de la caverna, célebre por Platón, pues sin duda el cine es una reproducción, o copia, o sombra de la vida, pero no la vida. La vida es más grande que el cine, la vida y el cine, y en ese orden. Aunque hay películas que son bigger than life, en algunos momentos más grandes que  la vida, al igual que a veces nuestros sueños son más reales que nuestras vidas. Y el cine tiene algo de sueño, de magia, blanca, negra, de infinitos grises y finalmente de glorioso technicolor con todos los colores del arco-iris.

El octavo arte, el cine, debe mucho al estudio de la denominada persistencia retiniana, en realidad persistencia de la visión, pues tras desaparecer un objeto el cerebro lo retiene un momento, creemos que lo seguimos viendo, aunque en realidad sólo lo recordamos, por lo que el cine tiene una naturaleza equívoca, nace de un eco que ya no suena pero aún oímos, al igual que vemos la luz de las estrellas que ya murieron. Mágica resurrección de algo pasado que late con la pasión del presente, gracias a un errorcillo de nada de nuestro maravilloso cerebro, que se queda pelín colgado como a veces los ordenadores que no pueden procesar tanta información. Y es que la vida desborda al propio cerebro, y al cine. De todas formas, seamos agradecidos, sin esta peculiaridad cerebral no veríamos a Ingrid Bergman, sonreiríamos con Chaplin, nos maravillaríamos con Renoir, atravesaríamos la surrealista realidad con Buñuel o alcanzaríamos la trascendencia con el maestro Dreyer.

La persistencia de la visión se produce porque la retina humana tiene la propiedad (bendita limitación) de retener la imagen de un objeto entre 1/20 y 1/2 segundo, (0'03 y 0'30 segundos) tras desaparecer de nuestros ojos. El film aparenta moverse porque el cerebro acepta estímulos que es incapaz de percibir por separado. En cierto modo es el cerebro quien crea el cine debido a que no logra procesar la realidad tal como es, así el cine nace de una ilusión óptico-cerebral, o -como afirma David Parkinson en su magnífica "Historia del cine"- se fundamenta en "ilusiones psico-perceptivas generadas por una máquina" y la complicidad del todo inocente del cerebro humano, artista casual donde los haya. El cine es un ejemplo notable de la capacidad humana de hacer naranjada con un limón, pues aprovechamos un defecto del propio cerebro humano para crear un medio de expresión, en sus mejores muestras un arte, capaz de expresar las complejidades y maravillas de la vida.

El cerebro humano tiene un umbral de percepción debajo del cual las imágenes que se le exponen aparecen como contínuas, y la velocidad del film de 24 imágenes por segundo está por debajo de ese umbral. La fusión del parpadeo nos impide ver las líneas divisorias entre los fotogramas, y el fenómeno phi o efecto estroboscópico facilita un puente mental entre los fotogramas. El cerebro humano corta, pega y anima las imágenes. La película finalmente se monta en el cerebro, el espíritu y el corazón de cada amante del cine.

Además de la persistencia retiniana, el cine tuvo precursores técnicos destacados como Atanasius Kircher y su linterna mágica, creada en 1654; los trabajos de Molley y Plateau, anteriores al zoótropo de Horner, aunque cuando  la tecnología permitió el nacimiento del cine fue con el descubrimiento de la fotografía, gracias a Niepce y Daguerre, luego gracias a la emulsión de cinta de celuloide patentada por Eastman-Kodak en 1887 y... a partir de aquí empiezan las disputas por la paternidad del invento, ¡tantos padres reclamando un niño tan glorioso!. ¡Y no es para menos!. El genial Émile Reynaud con su teatro óptico realizó proyecciones con largas series de dibujos animados ya en 1892, pero fue olvidado y arrastrado por el propio cinematógrafo, aunque hoy es homenajeado como el padre de la animación y su obra es un tesoro que desprende el encanto y el cariño de otros tiempos.

Hay tantos padres del invento como... ¡32 patentes conocidas!, aunque se consolidarían tan sólo la de Edison y la de los Lumière, aunque también hay que destacar la notable de Max Skladanowsky, que logró en 1892 un aparato tomavistas...

 
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